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El modelado litológico está involucrado en la morfogénesis a dos niveles:
Ambos tipos de morfología, individual o conjuntamente pero siempre que tengan entidad espacial adecuada, constituyen relieves litológicos. Sean formas asociadas a procesos constructivos, sean características de la interferencia litológica frente a las acciones del modelado, todas pueden clasificarse en base al grado de desgaste a que fueron sometidas por los procesos exógenos; así se distinguen:
Aun cuando otras litologías controlen algunos procesos y sus productos, caso de materiales arcillosos en medios semiáridos generando badlands y en húmedos fenómenos gravitacionales, los paisajes litológicos básicos son volcánicos, graníticos y cársticos.
En algunos esquemas metodológicos los relieves volcánicos, junto a los tectoestructurales, suelen analizarse en una Geomorfología Estructural. Esa alternativa lleva a confusión pues, al corresponder a formas originales o derivadas de procesos ígneos-efusivos, su estudio debe asociarse al contexto de una “litomorfogénesis” y no de una morfoestructura tectónica.
Relieves graníticos y cársticos también están analizados desde diversas perspectivas: bien en el contexto de una Geomorfología Estructural, como un proceso exógeno más al mismo nivel que fluviales, glaciares, etc. Ciertamente, carst y relieves graníticos derivan de un modelado peculiar y raramente aparecen formas originales; en general son penioriginales producto de una meteorización singular, muy activa, y una denudación característica. Por todo ello, no resultan extraños aquellos planteamientos que los engloban dentro de la meteorización como morfologías debidas a acciones subcutáneas. Al constituir procesos complejos asociados a la naturaleza de la roca y siguiendo a otros muchos autores, se considera más acertado su inclusión en la categoría de tipos de relieves.